lunes, 12 de octubre de 2009

EL ESPECTÁCULO

EL ESPECTÁCULO

Un ruido estridente de sirenas de vehículos, me hizo levantar la vista del libro que estaba consultando. Pensé que podría ser una ambulancia trasladando a los heridos de algún accidente al cercano hospital. Me asome a la ventana y vi una caravana encabezada por dos coches de policía, seguidos de un gran autobús y otros dos vehículos policiales que la cerraban. Giraron bruscamente hacia la calle donde están los juzgados de la ciudad que justamente enfrentan la ventana de mi despacho. Del primer coche bajaron dos policías que en un plis plas despejaron la vía apremiando a los conductores que se habían atrevido a aparcar en segunda fila. El autobús paró frente a la entrada del garaje del edificio y, en un momento, unos doce policías bajaron de los vehículos, acordonaron la zona y dispusieron con vallas metálicas una senda entre la puerta del autobús y la del garaje. Toda la operación se desarrollo con gran rapidez, como en las películas de acción, o cuando en los telediarios se ve llegar a los mandatarios del mundo a una reunión oficial. Imaginé en un principio que tal dispositivo de seguridad tendría por objeto la custodia de alguna banda de narcos o de algún asesino en serie, pero deseché la idea al reparar en que todos los policías iban provistos de mascarillas y guantes. La gente se arremolinaba en los alrededores intentando ver lo que estaba ocurriendo. Dos magrebíes, harapientos, cansados, con la cabeza baja y esposados ente si, descendieron del autobús y, siguiendo las instrucciones de los policías, desparecieron por la puerta del garaje del edificio. Y otros dos, y otros dos, y así hasta cincuenta y tres pude contar. Mientras la gente cuchicheaba, allí estaban ellos, avergonzados, tirando como un par de bueyes del carro de su pobreza y también de su esperanza. Porqué no levantáis la cabeza y miráis a los ojos a los policías que os tratan como delincuentes y a los ciudadanos “de bien” que parecíamos disfrutar con el espectáculo. Ninguno seríamos capaces de manteneros la mirada.

Un tremendo malestar se apoderó de mí. Corrí dando arcadas hasta el pequeño servicio del despacho, casi metí la cabeza en el váter intentando echar fuera de mi cuerpo toda la mierda que se estaba revolviendo en mi interior, pero no eché nada.

3 comentarios:

El Vice dijo...

Destinos de la vida.Un abrazo Lava

Terremoto. dijo...

¡¡uff!!!,cruda realidad. Es lo q vivimos en nuestra sociedad "próspera". No te sientas tan mal, aún quedan sitios con muy buena gente. Hasta pronto.

mia dijo...

Y de repente he sido consciente que no te había contestado aquí... que es realmente donde yo te leo siempre.....