sábado, 26 de diciembre de 2009

¿ALMAS GEMELAS?

¿ALMAS GEMELAS?

--- Berta, llegaremos tarde a casa. Vamos a celebrar nuestro cumpleaños con los compañeros de trabajo. Nos tomaremos unas copas al salir de la oficina.

---No os paséis y cuidado con el coche.

El pub donde solían reunirse al salir del trabajo en ocasiones señaladas estaba lleno de gente. Muchos empleados del impresionante edificio de oficinas se despedían antes de comenzar las fiestas navideñas. Entre el bullicio se alzó la voz de Alberto que se había levantado con una copa mano.

--- Quiero brindar por mi hermano del alma y por la mujer más maravillosa del mundo, Berta, mi mujer.

---Por Luis y por Berta.

Los amigos habían ido despidiéndose en un chorreo constante y, ya avanzada la tarde, solo quedaban frente a frente los dos hermanos. El alcohol empujaba la conversación hacia los recuerdos y, aunque parecía poner chinitas en el frenillo de la lengua, les abría las puertas de la memoria que se asomaba a los retazos de su vida en común. Como un portero, cerraba la habitación de la niñez, cuando empezaron a descubrir lo que les pasaba; abría la de la adolescencia en la que se divertían sacando partido a su particularidad; y entraba ya de lleno en la juventud, cuando utilizaban su peculiar característica para progresar en el camino que todos los jóvenes tienen que recorrer: la diversión, el juego, la carrera y la autoafirmación.

---Joder, Luis, tenemos suerte de ser tan especiales.

---Alberto, no me digas lo que no piensas o al menos no lo piensas de una manera tan absoluta. Sabes que no me puedes engañar. Ja, ja.

Nos hemos divertido mucho. ¿Te acuerdas cuando en sexto de bachiller me presenté por ti al examen de matemáticas?

---Claro que me acuerdo, sobre todo de la cara de gilipollas que se le quedó a Don Pancracio al ver cómo yo, un alumno mediocre, desarrollaba una fórmula matemática tan difícil sin un solo fallo. Siempre fuiste bueno con las mates.

--- Y tú con la química, jaja.

--- ¿Y con las chicas? Era divertidísimo comentar las citas con Marta que no distinguía si estaba con uno o con otro.

---También tenía sus inconvenientes: Al jugar al tenis era complicado terminar un punto. Yo sabía unos segundos antes de que golpearas la bola hacia donde querías dirigirla y naturalmente estaba allí para devolverla, jaja. A ti te pasaba lo mismo, pero tenías menos piernas que yo y casi siempre te acababa ganando el partido. Ja, ja..

---Y sus ventajas: acuérdate de la final del campeonato de futbol del distrito universitario. Tú sabías hacia donde me iba a desmarcar antes de iniciar mi carrera y me ponías el balón justo allí. ¡Que golazo!

Eran las dos de la mañana, apenas quedaba gente en el local, y no encontraban el momento de marchar a casa. Las carcajadas llegaron a ser tan estridentes que el camarero les llamó la atención.

---Alberto, parece increíble que el azar que nos trajo juntos al mundo nos haya permitido recorrer juntos nuestro camino.

---Si. No nos podíamos creer que la misma gran empresa farmacéutica nos aceptara a los dos: a ti para el departamento de márquetin y a mí para el de investigación. Y no nos podemos quejar: los dos somos jefes de departamento. Jaja. Claro que en las reuniones de trabajo en las que había sus piques afloraba nuestra, digamos , situación particular. Reconoce que, cuando se decidió invertir en Brasil, te aprovechaste de tu conocimiento de mi posición para imponer tu criterio (el del departamento de márquetin, quiero decir) Rompiste nuestro pacto, cabrón.

---A veces los pactos y las normas se incumplen, jaja. Depende de lo que esté en juego.

---No insistas más en el tema. Sabes que Berta me quiere a mí. Quizá tuvo al principio sus dudas (éramos aparentemente tan iguales), pero después lo vio claro y me tocó la lotería.

---Pero era mi compañera de clase. Te aprovechaste de una manera indecente cuando aquella tarde te confundió conmigo y te devolvió los apuntes de estructura económica. Al principio no le di importancia pero ahí empezó todo lo que la llevó a ser tu mujer.

---Ya, la quisiste y la quieres todavía después de tanto tiempo. Pero, Luis, tienes que superar esa situación. No se ni como puedo hacer el amor con ella, “sabiendo” que en la habitación de al lado te corres oyendo nuestros jadeos, como si te la estuvieras follando tú.

---Llevas razón. Tenía que haberme ido de casa cuando os casasteis. Pero no pude, no pude. Esas migajas de ella que me llegaban en una sonrisa, en una mirada inocente pero para mí de esperanza, en la simple visión de su cuerpo que nunca podría tocar, esas migajas, me mantenían vivo. Lo siento, lo siento. He hecho el amor con ella tantas veces como tú, sin poder evitarlo. Y tampoco puedo evitar la envidia por saber que es tuya, sólo tuya. A veces te odio al mismo tiempo que te quiero. Alberto, más de una vez he pensado en matarte.

---Hermano, no llores. No podemos luchar contra el destino, ni contra los sentimientos.

---No me engañes, sabes que no puedes hacerlo. Y llevas razón. No podemos seguir así. Es una buena solución o, si no es una buena solución, es la única definitiva.

Lloraron juntos, abrazados a través de la mesa que los separaba como un muro que les impedía confundirse en uno. Pagaron las consumiciones y caminaron en silencio por Madrid en la única dirección que podían seguir. Ya no lloraban. Cuando volvían la cara el uno hacia el otro buscándose los ojos que decían más que las palabras, el vaho que exhalaban se integraba en una sola nube que ascendía hasta disiparse en el aire.

---Si, vamos a jugar limpio la última partida. Desgraciadamente no nos podemos fiar el uno del otro.

--No hay nadie en la calle. Espera, parece que hay alguien en ese cajero automático.

Tocaron en los cristales del cajero y un magrebí que dormía entre cartones los miró con los ojos inyectados en miedo.

---Tienes que hacernos un favor. Te lo pagaremos bien.

De repente el pobre hombre se dio cuenta de que tenía delante dos personas afligidas, derrotadas, incapaces de hacerle daño, y abrió la puerta desde dentro.

---¿Tienes cerillas?

Rebuscó en sus bolsillos y les enseñó una cajita de fósforos.

---Toma quinientos euros. Para que pases una buena Navidad.

---Ahora, date la vuelta, parte una cerilla y guárdala en una mano. En la otra coge una entera, guárdala también sin que se vea, y date la vuelta.

---Elige tú, Luis. Al fin y al cabo fuiste el primero en llegar.

Estaba temblando. Durante unos segundos eternos, su mano, que tenía que indicar la mano ajena en la que estaba oculto el futuro de los dos, se negaba a obedecer la orden del cerebro. Por fin, señaló la mano que el inmigrante tenía que abrir.

---Lo siento hermano.

En el breve recorrido hasta el puente no cruzaron una sola palabra. No era necesario. Sus pensamientos eran los mismos. Los seres humanos, por suerte, no son trasparentes. Hay trozos del alma que no se pueden compartir, recodos de los sentimientos que deben permanecer ocultos a los demás. Si no fuese así, el mundo sería un desastre como lo era el suyo. Su mundo estaba a punto de explotar como una pompa de jabón.

---Cariño. ¿Qué te ha pasado? No llores, no llores.

---Por fin me he librado de él. Ha sido muy duro. Me he tenido que jugar mi propia vida.